Sacado de Boletín Argentino
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Aquí estamos nosotros |
Casi
al mismo tiempo que Christine Lagarde amonestaba en público a la Argentina y
amenazaba con sacarle tarjeta roja, salía a la luz el anticipo de un trabajo de
analistas del Fondo Monetario Internacional, según el cual la posibilidad
cierta de que “las economías más avanzadas entren en otra recesión” pone en
riesgo el proceso de recuperación que viven los países en desarrollo. Mientras
la conductora del FMI trata de disciplinar a gobiernos “díscolos” que se
atreven a cuestionar las verdades fundamentales del organismo nacido del
Acuerdo de Bretton Woods, las conclusiones de sus analistas se acercan más al
escenario que prevén gobiernos como el de Argentina y Brasil, que a los que
parecen inspirar a su jefa. Países emergentes como los señalados toman sus
precauciones, aun a contramano de las recetas vencidas que sigue prescribiendo
el FMI en Europa. Los discursos de esta semana de Dilma Rousseff y Cristina
Kirchner ante la Asamblea General de las Naciones Unidas reflejaron esa
preocupación de sus gobiernos por un escenario mundial que no ofrece las
mejores perspectivas. Señalaron a los responsables de haber llegado a este
estado de cosas, pero también a los que están construyendo un futuro todavía
peor. Un cuadro de situación que ni los propios técnicos del Fondo pueden
ignorar, pese a la tozudez de la sucesora de Strauss Kahn.

El
FMI ha dado a conocer su habitual informe de Perspectivas Económicas Mundiales,
que suele publicar dos veces al año. Uno de los corresponsales en Washington
del diario neoyorquino Wall Street Journal, Ian Talley, publicó esta semana un
anticipo de dicho informe. El capítulo analítico que resumió Talley está
referido al desarrollo de “los mercados emergentes y países en desarrollo” en
las últimas dos décadas, el que destaca como una de sus conclusiones que “por primera vez
en décadas, los países en desarrollo tuvieron más prolongados períodos de
expansión y más cortos procesos de retracción que las economías avanzadas”.
Pero tras señalar las fortalezas demostradas por las políticas seguidas por
los emergentes, su capacidad de resistencia a shocks externos y domésticos, y
su alcance de una mayor diversificación de sus estructuras productivas y de
comercio, lanza una advertencia. “Si la situación externa se agravara, estas economías
probablemente podrían terminar acopladas a la recesión de las más avanzadas.
Las economías emergentes y países en desarrollo necesitarán reconstruir sus
defensas para demostrar que son capaces de responder a potenciales shocks.”
¿Existe un riesgo real de que las economías emergentes deban afrontar esos
shocks externos? El artículo de Talley recoge la respuesta citando el mismo
informe, que se conoció hace unos días. “La relativa calma de los últimos dos
años podría ser temporal, ya que existe un riesgo significativo de que las
economías avanzadas podrían entrar en otra recesión, dice el FMI (...). La
crisis de deuda de la Zona Euro, los problemas presupuestarios de Estados
Unidos y las potenciales burbujas crediticias locales podrían hacer estragos en
los mercados emergentes si sus autoridades no actúan ahora para fortalececontra la crisis, señaló el FMI.”

Más
adelante, el mismo artículo del Wall Street Journal cita el informe del Fondo,
transcribiendo los flancos por dónde podría manifestarse la crisis y provocar
“estragos”: “Las abruptas interrupciones de flujos de capitales, las recesiones
de economías avanzadas, los incrementos en la incertidumbre mundial y el
deterioro en los términos de comercio, aumentan la probabilidad de que la
expansión llegue a su fin”.
Algunas impresiones que surgen de inmediato frente a estos comentarios en un
documento del FMI: ¿No es el mismo Fondo y sus voceros locales los que
cuestionan al Gobierno cuando impone controles al movimiento de capitales y
fuga de divisas?
¿No son recomendadas por el propio Fondo las “políticas de austeridad” que
aplican las economías avanzadas, y que ahora se vuelven contra el resto del
mundo como una amenaza de “estragos”?
¿No tendrá algo que ver el predominio de conductas de los capitales
especulativos en los mercados de materias primas y en el sistema financiero en
general, protegidas por el Fondo en vez de ser combatidas, en la señalada
incertidumbre mundial?
¿Es necesario recordar que es para protegerse de las consecuencias del
“deterioro en los términos del comercio” de los países centrales, que países
como Argentina adoptan medidas de administración del comercio, que son
denunciadas ante la OMC?
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Para dejar en claro responsabilidades y autorías,
hay que decir que el documento de referencia está firmado por un equipo de
economistas que lidera Abdul Abiad, y está publicado en la página de Internet
del FMI, bajo el título “WEO Analytic Chapters”.
Sin conocer su contenido, pero con un debate a nivel mundial que no necesita de
un estudio del Fondo para ser visible, las presidentas de Argentina y Brasil se
refirieron el martes 25 a la crisis mundial en términos que responden a las
precauciones que señala el documento. Cristina, en el mejor momento de su gira,
con un discurso que no podrá opacarse con los resultados del tramposo encuentro
con estudiantes universitarios con el que cerró su agenda en Estados Unidos,
hizo algunos señalamientos respecto de la crisis que conviene repasar. La
caracterizó, coincidiendo con Dilma pero no con los presidentes de las
principales potencias, como una “crisis política y económica”, no meramente
financiera, “la más grave desde 1930”. Citó un antecedente histórico (“los más
terribles totalitarismos que ha sufrido la humanidad han sido precedidos por
crisis económicas”) y una referencia actual (“¿Cuál es la recomendación que el
FMI les ha dado a países como Grecia, Irlanda o Italia, antes de llegar a la
crisis, o a
España que hoy está reprimiendo a los indignados?”), para cerrar con
un concepto que engloba a ambos y merecería una mayor reflexión: “Mi mayor
temor es que millones de occidentales dejen de creer que el sistema democrático
puede dar soluciones”.

Dilma, al inaugurar la sesión, como Cristina unas horas después, señaló la
responsabilidad de las políticas ortodoxas (planes de austeridad, ajuste del gasto público)
en el agravamiento de la crisis. Deploró los recortes en políticas y gastos
sociales que practican los gobiernos europeos, “que empeoran la recesión y
perjudican a los países en desarrollo”. Y señaló a “los principales líderes del
mundo que no han encontrado todavía el camino que articule políticas fiscales
apropiadas, estímulos a la inversión y a las demandas indispensables, para
interrumpir la recesión y garantizar el crecimiento”.
Ambas, a su
tiempo, defendieron las medidas que aplican para defender la producción y el
empleo en sus respectivos países, administrando el comercio, promoviendo la
propia oferta, pero sin haber reducido las importaciones en ninguno
de los dos países. Responden a la altura de las circunstancias, proponen un
debate profundo sobre consecuencias que pueden exceder un simple impacto
recesivo. Pero son pocos los que aceptan el convite.
Y aun así, se
las tilda de proteccionistas.
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esto es lo que les vamos a dejar |
Raúl Dellatorre