viernes, 7 de octubre de 2011

Buenos Aires Viceversa 5



Zanjón desgranado



tuneles

Hace más de 20 años, en plena dictadura, el húngaro ascendente Jorge Eckstein, de nacionalidad argentina, compró un edificio en Defensa 755, justo donde corta San Lorenzo, en pleno San Telmo. Quería comercializarlo, pintarlo, cambiarle la cara. Eckstein estaba, sin saberlo, parado sobre un zanjón del siglo XVIII desaparecido por una decisión de Marcelo T. de Alvear.
Las primeras huellas del Zanjón de Granados aparecieron en 1960, cuando se hundió la calle en Chile al 370, dejando al descubierto un túnel. Sin embargo, recién en 1986, Eckstein comenzó las obras y, al estudiar el suelo, encontró una galería de ladrillos y su techo en medio arco bajo tierra. El lugar estaba repleto de escombros, botellas de cerveza y ginebra antigua, fragmentos de porcelana, loza inglesa, alemana, armas blancas, trozos de azulejos franceses. Los desechos se convirtieron en 135 camiones de basura que fueron al Conurbano. Lo valioso quedó en las vitrinas del museo que está a punto de abrirse al público, tras 16 años de marchas y contramarchas. En el proyecto participó Daniel Scházvelson, arquitecto especializado en arquelogía urbana, a quien se le iluminan los ojos sólo de escuchar hablar a su par.
Ahora, por primera vez, Eckstein –que ha mantenido la reconstrucción lejos de la prensa– se anima a hacer entrar a alguien. La inmensa fortaleza parece de otra ciudad. Tiene dos pisos y un subsuelo, y amenaza con convertirse en una verdadera joya de la arqueología urbana. Cada vez que habla, Eckstein recuerda pequeños detalles como esos maestros que reflexionan mientras dan clase. Hace unos años, cuando buscaba una conexión desde afuera hacia el zanjón, fue a preguntarle al encargado del conventillo de al lado, de 80 años, una duda que tenía:
–Discúlpeme, don Anacleto –le dijo–. Cuando usted iba hacia la 9 de Julio, ¿por dónde lo hacía?
–Por la pieza de la “Chilena”... –contestó Anacleto.
–¿Me la muestra?
–Sí, cómo no.
Anacleto abrió una puerta en el suelo y mostró una bóveda parecida a la que había encontrado Eckstein. Tenía una columna en el medio y basura hasta el techo. Al día siguiente volvieron con botas largas y se metieron. Eckstein ofreció un alquiler por 10 años, a cambio de la limpieza. “Era una apuesta al destino”, dice. Hoy, el recorrido –todavía ajeno al público, pero cuyo ingreso costará entre $ 2 y U$S 20– zigzaguea debajo de otras propiedades bajo la manzana de las sombras: Defensa, Chile, México y Estados Unidos.


pasillos de los túneles



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