jueves, 10 de julio de 2008

Ha fallecido uno de los escritores de Ciencia Ficción, más importantes


La muerte de éste tan importante escritor y poeta, a los 90 años de edad en Sri Lanka, marca un momento de honda pesadumbre, ya que junto a Robert Heinlen e Isaac Asimos, constituyó, en su momento, el grupo de los tres grande de la ciencia Ficción, moderna.
Éste ser de excepción, más por su esperanza en la humanidad, que se pone de manifiesto en sus obras, que como novelista, no obstante el hecho de ser uno de los más importantes dentro de la especialidad, nace en 1917 en el Reino Unido, convirtiéndose en residente de Sri Lanka desde los años ’50 –de allí su deseo de paz, para éste país- ,es autor de páginas inolvidables, convirtiéndose,
como casi todos los más destacados escritores del tema, en verdaderos clarividentes de logros tecnológicos para el hombre, como su visión –en uno de sus cuentos- ,de el sistema de Internet.
Autor de títulos como El fin de la infancia (1953), La ciudad y las estrellas (1956) o Cita con Rama (1973), entre algunos de los más destacados, constituye el único ejemplo de un autor que a partir de un libro cinematográfico, 2001, una odisea del espacio (1968), el clásico de Stanley Kubrick que redefinió la ciencia-ficción cinematográfica, escribe luego una novela. Aunque muchos lectores podrán decir que el guión de la película se basa en un relato titulado: “El centinela”, escrito en 1951, pero es a partir de el film, que sigue creciendo y conforma la novela.
Como ya hemos dicho como denominador común de su obra, se destaca la certeza de ver que la fe en destinos superiores para el hombre es lo único importante, por ser tal y apoyado siempre, no por la tecnología que puede llegar a crear monstruos exterminadores, sino en la ciencia. Es en particular en “El fin de la infancia”, donde se observa en particular, ésta idea, especialmente mencionada por C.S. Lewis a quién tan feliz hacía.
De cualquier forma la idea de evolución, de la mayoría de los autores que son sus contemporáneos,
no deja de ser parte de un mito religioso universal, para una época científica, que incluye el relato de un benigno juicio final, en el cual las puertas de la Ciudad de Dios estarán abiertas para todos, de alguna manera, no deja a la vez de ser una utopía maravillosa.
En cierto momento nos dice “a veces me preguntan cómo querría ser recordado. He tenido una carrera diversa, siendo escritor, explorador subacuático, y promotor del espacio. De las tres, me gustaría ser recordado como escritor”.
Desde éstas humildes páginas, damos a Arthur C. Clarke, las gracias por lo que nos brindó con su deliciosa lectura, como así también por la reinstalación de la fe en un ser humano mejor, que día a día nos roba la esperanza de que así sea.


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